50 AÑOS DEL TERREMOTO DE MAYO 1970

PREAMBULO

Por Julio César Sotelo Falcón
Promotor y Publicista en Turismo

"Conocer el pasado es construir el presente y proyectarse al futuro.
Conoce el pasado y conocerás tu identidad"

El 31 de Mayo del 2020, se cumplirán 50 años de la hecatombe histórica más desastrosa ocurrida en el Perú. Un terremoto entre 7 y 8 grados de la escala Mercalli; destruyó varios pueblos y ciudades especialmente del Departamento de Ancash y producto de éste, un alud que cayó del pico norte del nevado Huascarán (el más alto del Perú-6768 m.), produjo un aluvión que desapareció la ciudad de Yungay y Ranrahirca en el Callejón de Huaylas. en esta publicación doy a conocer algunos textos importantes que guardo en mis archivos y algunos pormenores sobre como sobreviví del terremoto en Huaraz. Igualmente he recopilado fotos antiguas que figuran en el Internet y otras proporcionadas por amigos huaracinos y de mi autoría, que adiciono a los textos.(JCSF)

Aluvión sobre Yungay y Ranrahirca del pico Norte (6,655 m) del nevado Huascarán el 31-Mayo-1970.
Foto: Dr. Walter Welsch (25.Julio.1970) Sociedad Alpina Alemana-Sección Bayerland.

El Terremoto y la Avalancha en Yungay-Perú
el 31 de Mayo de 1970

Por: MATEO CASAVERDE – Instituto Geofísico del Perú
De la Revista Peruana de Andinismo y Glaciología
Nº 9 – 1969-1970. Lima


RESUMEN: Este es un relato, del distinguido Meteorólogo del Instituto Geofísico del Perú Mateo Casaverde, quien fue sorprendido por el terremoto en Yungay y se salvó corriendo al Cementerio cuando el alud destruía todo detrás de él. El relato tiene un extraordinario valor documental y sus explicaciones son muy correctas y científicas. (JCSF)

Ciudad de Huaraz y las torres de su Catedral; se nota también la
construcción de la Municipalidad, más abajo una tribuna del
campo deportivo de la Guardia Civil. Al fondo los
nevados: Huantzan y Huamashraju.
Foto del Internet
Introducción

Todo el Departamento de Ancash fue sacudido por un sismo violento a las 15 horas 23 minutos del 31 de mayo de 1970, con epicentro a unos 50 km. sobre el Océano Pacífico, profundidad de unos 25 km, aproximadamente frente a Chimbote. Prácticamente todas las viviendas y construcciones de adobe fueron destruidas o inutilizadas.

El movimiento en el Callejón de Huaylas alcanzó una magnitud entre 7 y 8 de la escala Mercalli. La ciudad de Yungay, con aproximadamente 20,000 habitantes, a 2,500 metros de altura, con coordenadas geográficas 77º 45’ Oeste y 9º 08’ Sur, se encontraba ubicada en el Callejón de Huaylas sobre una ladera de la Cordillera Blanca, prácticamente a los pies del Huascarán Norte, al norte de la quebrada de Ranrahirca, donde se encontraba una pequeña población del mismo nombre y que fue desaparecida por otra avalancha en Enero de 1962. El Callejón de Huaylas, es una quebrada medianamente profunda que corre aproximadamente de norte a sur entre dos sistemas de montañas: la Cordillera Blanca y la Cordillera Negra.

Ciudad de Huaraz y las torres de su Catedral; al fondo la Cordillera Blanca y a la izquierda la Cordillera Negra.
Se ven los nevados: Huandoy, Huascarán, Chopicalqui, Hualcán y Copa. Foto del Internet,
en dirección Sur a Norte desde el Barrio de Belén.

Antigua ciudad de Yungay y el Nevado Huascarán.
El autor de este informe, cumpliendo con un programa de geomagnetismo, juntamente con Gerard Patzelt (francés), nos encontrábamos aquel 31 de mayo a la hora del sismo y la avalancha en la parte baja de la ciudad de Yungay, próxima al cementerio y, así tuvimos la oportunidad de ser testigos del terremoto que destruyó la zona y de la avalancha de nieve que barrió la ciudad de Yungay. La avalancha no cubrió la ciudad, la barrió. Salimos con vida milagrosamente atinando a subir a la colina del cementerio.
Una experiencia inolvidable, mezclada al pánico normal que una catástrofe natural produce en los humanos.

Plaza Mayor de Yungay y el nevado Huascarán, antes de 1970. Se ve la huella del alud del
pico norte del Huascarán de Enero de 1962 que sepultó a Ranrahirca.  Foto Francisco Gonzáles.

El Sismo y la Avalancha

Habíamos llegado a Yungay, procedentes de Huaraz donde estábamos alojados, aquel 31 de mayo aproximadamente a las 14:30. Día domingo, la Plaza de Armas estaba tranquila, sin mucha gente. Aparentemente, la mayoría de sus habitantes se encontraba descansando o esperando la transmisión radial del partido de fútbol entre Rusia y México en el Campeonato Mundial de México.
  
Pasamos algunos minutos en la Plaza y el mercado que estaba por cerrar sus puertas, Muy cerca a las 15:10 bajamos hacia el cementerio. Patzelt tomó algunas fotografías del cementerio, yo tomé dos fotografías del Huascarán parcialmente nublado con una cámara Haseblad 1000-F, en cuyo visor se podría apreciar con claridad grietas horizontales en la parte baja y visible del Huascarán Norte.

Zona de la antigua ciudad de Yungay (2,500 m de altitud) desaparecida por el aluvión, después del alud
de la cumbre Norte del Nevado Huascarán (6,655 m.) Foto: Internet.
Comenté extrañamente con Patzelt que el Huascarán constituía un serio peligro y que en cualquier momento se podía venir abajo. El “pronóstico” se cumplió a los pocos minutos. Cuando retornábamos hacia Huaraz se inició el terremoto. El vehículo que nos servía de transporte; una camioneta Chevrolet modelo 1969, ¾ de tonelada de capacidad; saltaba verticalmente con tal fuerza que era difícil su control. Observamos desde el carro como se desplomaban las casas de adobe, y un puente próximo sobre la carretera. Se podía apreciar con mucha mayor claridad la componente vertical en las ondas sísmicas.

Palmeras de la antigua Plaza Mayor de Yungay. Foto Internet.
Aparentemente, la componente vertical era más intensa que la horizontal. Igualmente, se podía observar como se producían ligeras grietas sobre el asfalto de la carretera. Simultáneamente por supuesto, se observaron deslizamientos de tierra de pequeña magnitud, con bastante polvo, con mayor extensión sobre la Cordillera Negra. En otras partes del Callejón se informa que se han registrado deslizamientos mayores. La Cordillera Negra es prácticamente seca con relación a la Blanca ya que ésta contiene la serie de nevados de picos muy altos, entre los 5,000 y 6,768 metros de altura, que hacen del Callejón de Huaylas una región de mucha atracción natural.

Abandonamos nuestro vehículo, prácticamente cuando el terremoto estaba terminando. Escuchamos un ruido de baja frecuencia, algo no muy diferente, del ruido producido por el terremoto. El ruido procedía de la dirección del Huascarán y observamos entre Yungay y el nevado una nube gigante de polvo, color arcilla. Se había producido el alud, parte del Huascarán Norte se venía abajo. Eran aproximadamente las 15:24.

Cementerio de Yungay destruido por el Terremoto y la imagen del Cristo monumental. Foto Internet.

Nevado Huascarán visto del cementerio
año 1933. Foto Hanz Kinzl.
La avalancha se produjo como efecto del terremoto. En la vecindad donde nos encontrábamos, lo único que ofrecía una relativa seguridad contra una avalancha era el cementerio, construido sobre una colina artificial, una “huaca” incaica. El cementerio era circular con cinco terrazas donde estaban los sistemas de nichos. Un Cristo de cemento blanco, de unos 6 a 8 metros de altura se yergue imponente sobre el cementerio con los brazos abiertos hacia el Huascarán. Corrimos unos 100 metros de carretera antes de ingresar al cementerio que también había sufrido los efectos del terremoto.

A la entrada del cementerio atiné a voltear la vista hacia Yungay, y en ese momento pude observar claramente una ola gigante de lodo color gris claro, de unos 60 metros de alto que bajaba cubriéndolo todo y con una ligera inclinación que iba a golpear el costado izquierdo de la ciudad. Esta ola no tenía polvo. La nube de polvo se observaba detrás de Yungay, posiblemente sobre la quebrada principal que desemboca en Ranrahirca.


Las zonas por donde discurrió el aluvión. A la derecha el Cerro Aira, al Centro el Cementerio de Yungay,
a la izquierda  la zona de Cochawain. Foto: Internet.
Precisamente esta quebrada al costado sur de Yungay, de profundidad media de 240 metros encima de Yungay, y un ancho medio de 60 metros, además de una pequeña colina encima de la población, era la esperanza y protección contra cualquier aluvión procedente de las alturas.

Omnibus con barro del aluvión; al fondo el Cementerio de Yungay. Foto: Internet.
En nuestra carrera sobre las escalinatas de entrada a las terrazas del cementerio, derruidas por el terremoto, logramos alcanzar la 2º terraza y encontramos la vía a la tercera terraza más obstruida y con un hombre, una mujer y tres niños tratando de alcanzar, desviamos a la derecha sobre la misma segunda terraza, cuando como un golpe seco de látigo, una porción de la avalancha alcanzó el cementerio en su parte frontal, prácticamente al nivel de la segunda terraza. Con enorme estruendo el lodo pasó a unos 5 metros de nuestros pies. Se oscureció el cielo por la gran cantidad de polvo, posiblemente originado de las casas destruidas de Yungay. Volteamos la mirada, Yungay con sus 20,000 habitantes había desaparecido en pocos segundos. Un silencio paradójicamente sepulcral, siguió aquel ruido decreciente que indicaba que la avalancha seguía su camino bajando por el río Santa, y el mayor volumen de la avalancha proseguía seguramente a menos velocidad por Ranrahirca. Habían pocas rocas, todo era lodo gris y hielo, un lodo viscoso que sobre la ladera de Yungay se quedó totalmente estático, ofreciendo un cuadro dantesco. En el cementerio habían logrado salvarse 92 personas, la mayoría adolescentes de ambos sexos, aquellos que podían correr más y estaban cerca del cementerio.

Roca traída por el aluvión. Foto: Internet 
Observaciones posteriores entre ellas del profesor Lliboutry de la Universidad de Grenoble, Francia, verificaron que la avalancha se produjo por el desprendimiento de una porción de la cumbre del Huascarán Norte, entre 5,600 y 6,400 metros de altura, desprendimiento de un volumen aproximado de un millón de metros cúbicos de hielo, el cual cayó sobre el glaciar conocido como el Nº 511, posiblemente en unos 15 segundos, para arrastrar más hielo y rocas morrénicas de 0.8 km2, con un espesor de 30 metros (con un volumen de unos 24 millones de metros cúbicos más de hielo), con una velocidad próxima a los 360 km. por hora. La distancia de unos 13 km., cubierta por la avalancha entre 2.5 a 3.0 minutos, tiene un desnivel aproximado a los 4,500 metros entre el Huascarán y el río Santa. Esta estimación se deduce de nuestra carrera de unos 100 metros de carretera y unos 60 a 80 metros dentro del cementerio después de abandonar el vehículo, cuando prácticamente estaba por terminar el terremoto y observamos que la avalancha ya estaba en camino.

Ruta del Aluvión y el Cementerio de Yungay; al fondo se ven las 4 palmeras de la antigua
Plaza Mayor. Foto: Internet.
El terremoto duraría unos 40 segundos. Dada la pendiente entre el Huascarán y el río Santa, se estima que la avalancha pasó por Yungay aún con mayor velocidad de los 360 km., por hora iniciales (posiblemente unos 550 km, por hora) debido a la aceleración del aluvión. La fricción a la que se sometió el hielo, con la consiguiente liquefacción en su mayor volumen, arrastró rocas morrénicas y pizarra dejando a su paso un lodo grisáceo. El aluvión que paso por Yungay, fue solamente una fracción pequeña, un rebalse, de todo el volumen originado en el Huascarán.

Antigua calle de la ciudad de Yungay y el pico Norte
del Huascarán (6,655 m) Foto: Internet
El nivel de lodo estancado del aluvión es muy variable sobre la pendiente de Yungay. Se podría estimar un promedio que varía entre 1.5 a 2.5 metros. En la parte frontal del cementerio. Alcanzando la segunda terraza, un nivel acumulado de aproximadamente 10 metros. A las 16:30 se puede observar solamente la silueta del sol por la fuerte polvareda que se ha sentado sobre el Callejón, reduciendo intensamente la visibilidad.

Las 92 personas nos refugiamos en la cima del cementerio hasta el día siguiente en la mañana. Durante la noche se sintieron unas 25 réplicas de las cuales por lo menos 3, los más fuertes, estuvieron acompañadas por ligeras avalanchas por Ranrahirca, indicadas por el ruido típico que producían.

El lunes en la mañana nos transferimos a otra colina llamada Huaricoto detrás del cementerio aprovechando que el lodo no había culminado su carrera en esa parte hasta el Santa. Allí encontramos unos 100 campesinos refugiados.


Niños de Yungay, al fondo el pico Norte
del Huascarán. Foto del Internet.
Luego a medio día logramos atravesar el lodo en la parte más baja aprovechando la presencia de un muro de contención de piedra y concreto que sobresalía ya muy cerca al río Santa. Nos integramos a un campamento en Cochawain, una campiña en la parte alta al norte de Yungay.  Habíamos pasado muchas horas de angustia y siempre con el temor de nuevas posibles avalanchas.

Efectos del fenómeno

De la ciudad de Yungay escaparon con vida 350 personas, en su mayoría adolescentes y niños. Los niños habían asistido a un circo instalado en las afueras de Yungay en el campo de fútbol. Un buen sector de la hermosa campiña tanto encima como los bajíos de la ciudad habían sido barridos por el aluvión. No se ha podido establecer que número de campesinos han desaparecido en las zonas afectadas por el aluvión.

Nevado Huascarán y zona marcada por el alud del pico Norte. Foto: Internet.
Las viviendas, en todo el Callejón de Huaylas, en su mayoría eran de adobe. Prácticamente el ciento por ciento de este tipo de estructuras han sido destruidas o inutilizadas. El impacto más dramático de la catástrofe en el Departamento de Ancash es precisamente sobre las viviendas, cuyos pobladores se encuentran a la intemperie y expuestos a los rigores del clima. La mayoría de los puentes sobre los caminos carreteros han sido dañados en su estructura.

Las réplicas sísmicas registradas en los días siguientes al 31 de mayo seguían produciendo ligeros deslizamientos en la Cordillera Negra, y con los vientos de N. a S. en las tardes, incrementaban la intensidad del polvo. Los días inmediatamente siguientes al sismo principal, fueron realmente difíciles para llevar a cabo los programas inmediatos de auxilio que necesitaba toda la zona debido a la pobre visibilidad ocasionada por esta polvareda.

Antigua ciudad de Yungay (2,500 m de altitud), al fondo el Nevado Huascarán. Foto: Internet.
En cuanto a la reacción humana frente a los fenómenos naturales desatados el 31 de mayo, es importante mencionar que hemos tenido oportunidad de notar un estado de ánimo general admirable. El dolor y la tragedia hermanaban a todos. Entre Yungay, Caraz y Huaraz, no notamos un solo caso de histeria ni desesperación.

La rehabilitación, reconstrucción de la zona, requiere posiblemente de un estudio geofísico y geológico integral para las decisiones de aspectos de ingeniería. Estamos seguros que las autoridades competentes están considerando aquellos aspectos científicos y técnicos para efectuar las decisiones finales. La re-ubicación de las poblaciones destruidas es de capital importancia, sobre todo en la región del Callejón de Huaylas.

Nevado Huascarán (cumbre norte: 6,655 m. y sur: 6,768 m.); a la derecha la estatua
del Cristo sobre el antiguo Cementerio de Yungay. Foto JCSF 

“Volvimos a nacer en un Cementerio”

Testimonio del Ingº GERARD  PLATZELT (Francia)
compañero del Ingº MATEO CASAVERDE en Yungay
Revista Informe Ilustrado Nº 33
Lima, 30-Junio-1970


Hace dieciocho meses, llegó al Perú el ingeniero francés Gerard Platzelt, experto de cooperación técnica del Gobierno de Francia ante el Perú. Acababa de recibir su título universitario en Estrasburgo y venía a colaborar en el Instituto Geofísico del Perú.

Platzelt se casó en Estrasburgo con Daniele de Platzelt. Ambos jamás habían imaginado ser actores del peor drama sísmico que azotó al Perú el 31 de mayo de 1970. Salvaron la vida gracias a un portentoso milagro.

Los esposos franceses, junto con el ingeniero abanquino Mateo Casaverde, fueron comisionados por el Instituto para realizar un proyecto geomagnético a fin de estudiar la estructura interna de los Andes por medios geomagnéticos. El estudio comprendía todo el “perfil” situado entre Casma y el Pozuzo, en la región del Mantaro, a fin de observar los lugares donde se iban a instalar Estaciones Magnéticas.

La labor de los científicos había empezado el sábado 30 de mayo en Recuay y al día siguiente decidieron realizar un paseo hacia Yungay, hacia donde llegaron a las 3 de la tarde. Gerald, Daniele y Mateo pisaban por primera vez en su vida la bella ciudad yungaína y apenas tuvieron oportunidad de admirarla en los últimos 24 minutos de vida de esa hermosa urbe. Llegaron hasta el centro de Yungay y admiraron la Plaza de Armas, adornada por las famosas palmeras. Fueron cinco minutos de oro, a continuación de los cuales, enrrumbaron hacia el cementerio. Ese fue el instante de salvación del grupo.



Cementerio de Yungay. Foto Internet
3:09 p.m.-Los tres arribaron hasta las puertas del cementerio y decidieron dar un rápido vistaso al mismo.
3:16 p.m.- El Ingº Casaverde enfoca su cámara hacia el Huascarán, fotografiándolo desde el cementerio. Casaverde recuerda: “pude ver del visor que una parte del Huascarán estaba llena de fisuras horizontales. Esto me llamó poderosamente la atención y le dije a Gerard que era totalmente peligroso y que el glacial, por estar lleno de fisuras, en cualquier momento se podía venir abajo”.
3:20 p.m.-Bajan hasta la base del cementerio para tomar su camioneta a fin de viajar a Huaraz. Gerard, que había estado manejando hasta entonces, pide a Casaverde que guíe el vehículo.
3:23 m. 28 s.- Estaban a 200 metros del cementerio, a la altura de un grifo cuando se produjo el terremoto. Casaverde, al notar el tremendo remezón, detuvo el auto. Científicos al fin, los tres bajaron del vehículo y quedaron alarmados al observar que el fenómeno sísmico era tremendamente violento, al punto que las casas empezaron a venirse abajo. Treintra metros más abajo, estaba al puente que iban a cruzar. Otra vez jugó excelente papel el destino pues la baja velocidad del auto no les permitió llegar a tiempo hasta el puente que se vino abajo.
3:24 m. 08 s.- Termina el cataclismo y la tierra deja de temblar. De pronto, Casaverde presintió un fenómeno más catastrófico, al escuchar un ruido prolongado y cada vez más creciente. Provenía del Huascarán y Casaverde recordó su premonición: ”Se viene abajo el Huascarán”, ¡corre Gerard…corre Daniele!.
3:25 m. 10 s.- El trio traspone la puerta principal del cementerio y empiezan a subir hacia lo alto. Casaverde mira instintivamente hacia atrás y observa una ola gigante, color ceniza, que empieza a tragarse a Yungay por la parte izquierda.
3:25 m. 25 s.- Mateo, Gerard y Daniele consiguen llegar a la segunda plataforma, con el barro persiguiéndoles atrás. La suerte vuelve a favorecerlos porque el aluvión llegó exactamente hasta ese lugar, dividiéndose en dos olas y rodeando el cementerio.

Cementerio destruido por el terremoto.
Foto Internet
“Golpeó el cementerio con el estrépito de un balazo”, recuerda Casaverde. Nada más pudieron ver. Una nube negra y espesa cubrió totalmente el cielo y se disipó levemente media hora después. Entonces, sólo se divisaba la silueta del sol, ”como si fuese un eclipse”. Las horas siguientes fueron realmente de horror. La preocupación principal de las 92 personas que poblaban esa Isla de la Vida que era el cementerio, estaba centrada en el rescate.

Toda la noche siguiente no pudieron dormir. Casaverde contó hasta 25 temblores, “por lo menos tres de ellos muy fuertes”, acompañados de terribles ruidos provocados por los aluviones posteriores que cayeron probablemente en Ranrahirca. Esos aluviones, en pequeña escala, siguieron cayendo el lunes. La visibilidad era todavía muy escasa y recuerdo que escuchábamos el ruido de los aviones, sin verlos.

Fugados del Infierno

El lunes, los 92 sobrevivientes de la tragedia intercambiaron ideas para resolver la cuestión del salvamento. A la espalda un Cristo que corona el cementerio, se halla una especie de isla, denominada Huaricoto. La mayoría decidió pasar hacia allí. Cerca de cien personas, se habían salvado providencialmente en un caserío cercano denominado Calla. También resolvieron acompañar “a los del cementerio”.

Nevados Huandoy y Huascarán; a la izquierda, la nueva ciudad de Yungay, al centro la planicie
de la antigua ciudad y al lado derecho Ranrahirca y zona por donde paso el aluvión de Mayo-1970
Vista tomada desde la Cordillera Negra en Shashipunta a 3,800 m., año 2002. Foto JCSF. 

Mercado de Yungay , año 2010
Foto JCSF.
Posteriormente, alcanzaron una colina más segura desde donde se divisaba un camino asentado por grandes piedras, el cual estaba a medio cubrir por el lodo. Esto izo concebir la idea de pasar por allí hacia el campamento de Jochahuaín, donde se encontraban otros sobrevivientes de la catástrofe, generalmente personas adultas y niños que habían estado en el campo de fútbol o en el circo “Berolina” que esa tarde debutaba allí. La sugerencia fue aceptada, por ser práctica. La gente empezó a poner palos y yerbas para asentar más el camino carretero y así pudieron librarse de ese infierno. Era mediodía del lunes 1 de junio de 1970.


Mercado de Yungay; sombreros típicos campesinos, año 2010.
Foto JCSF.
Mateo, Gerard y Daniele, junto con otros cientos de sobrevivientes, celebraron la reunión, uniéndose a “los de Jochahuaín”, en donde se encontraban el subprefecto de Yungay, Ricardo Hurtado; el suboficial GC Mejía, único policía sobreviviente; el médico Herrera; el abogado Dr Arias, Vocal de la Corte Superior de Yungay y las tres hijas de éste. Durmieron el lunes y martes en Jochahuaín.
En Lima, absolutamente nada se sabía de la suerte corrida por Yungay. En la Oficina Nacional de Informaciones se citó a conferencia de prensa para el medio día del martes. Allí, decenas de periodistas nacionales y extranjeros conocieron la noticia más trágica  de la historia peruana:
“Los muertos por el sismo del domingo 31 son 30 mil…un aluvión cayó sobre Yungay y sepultó esa ciudad y su vecina Ranrahirca…”. Posteriormente, un trágico inventario haría subir mucho más esa cifra.

Antigua calle de la ciudad de Yungay, año 1933,
foto de la Expedición Austríaca del
Alpenvereins, Dr. Hanz Kinzl. 
Sigue el Calvario

Lima, la tarde del martes, estaba prendida a sus receptores de TV para observar el debut peruano en el IX Campeonato Mundial de Fútbol. En tanto, el calvario de Mateo, Gerard, Daniele y cientos de yungaínos continuaba en la fría prisión andina.

El trío resolvió viajar a Caraz, atravesando los cerros porque las carreteras estaban inservibles. Allí durmieron el miércoles y jueves. El viernes fueron evacuados hasta el aeropuerto de Anta por un helicóptero norteamericano. Permanecieron allí hasta el domingo en que un avión los condujo a Chimbote; para proseguir por aire a Lima, el mismo día.

Había llegado a su fin la aventura más extraordinaria que los tres habían podido imaginar. La pesadilla quedó atrás. Ahora, volvieron a la tarea científica de recopilar datos y detalles del terremoto más brutal de la historia peruana.



Plaza Mayor de Huaraz, al fondo nevados de la Cordillera Blanca; en construcción una de
las torres de la Catedral del año 1957. Foto Frederick Martin (USA).

41 años del Sismo más destructor de la Historia Patria

Por JOSE SOTELO MEJIA (Huaraz)
Artículo de la Revista “Hirka” - Huaraz, 2011

NOTA DEL EDITOR:

El sismo del 31 de Mayo de 1970, fue un evento catastrófico para el Departamento de Ancash. Por razones del destino; el suscrito (JCSF) venía trabajando en Huaraz y es sobreviviente de esta tragedia. Me salvé en el Jr. Andrea Bellido 124, en la casa de quien es hoy mi esposa.

Los lectores que deseen tener mayor información al respecto, les recomiendo leer los siguientes libros:(existen muchos al respecto)
1. “Bajo el signo del Terremoto. Los sismos ante la Historia, la Ciencia y la Religión”. Lima, 1971. Daniel Hammerly Dupuy (Suiza)
2. “Revista Peruana de Andinismo y Glaciología. Edición conmemorativa del 1er. Aniversario del Terremoto”. Lima, 1971. César Morales Arnao.
3. “Tiempo de Rosas y de Sonrisas…Tiempo de dolor y muerte”. Lima, 1971. Marcos Yauri Montero.
4. “Aprendí a Vivir”. Lima, 2006. Nora Castillo.
5. “Las Campanas del Silencio”. Lima, Agosto-2015. Bárbara Bode (USA).

El 31 de mayo de este año, se cumplirán 41 años del sismo más destructor que registra la historia de nuestra patria, en que a las 3 de la tarde, 23 minutos y 28.7 segundos, azotó el departamento de Ancash, el sur de la Libertad, el norte de Lima y la provincia del Marañón Huánuco. Segó 66,794 valiosas vidas humanas, 20,000 desaparecieron, 150 mil heridos y 500,000 personas quedaron sin hogar.
Plaza Mayor de Huaraz y la Catedral con sus dos torres destruidas. Foto Internet
Ese infausto día, me encontraba almorzando en el hotel de Turistas con un grupo de Rotarios, que celebraban un acontecimiento, mi calidad de Teniente Alcalde en ejercicio de la Alcaldía y miembro del Rotary en aquel entonces me salvó probablemente la vida. De pronto, vimos por la ventana del hotel, que de la Cordillera Negra se levantaban grandes nubes de polvo, luego la tierra parecía moverse a manera de olas que venían hacia nosotros, la sacudida fue espantosa, las señoras caían al suelo y no podían levantarse, el suelo del hotel nos impulsaba hacia arriba, luego hacia abajo, la bóveda del local bajó al doblarse las columnas de concreto, fue realmente una experiencia aterradora.

Antigua calle en Huaraz, al fondo cúpula de la Catedral. Foto 1957, Frederick Martin (USA).
Quince minutos después llegué a la Plaza de Armas, había tratado de entrar a ella por tres distintas calles, el barrio de El Centenario no había sufrido grandes daños, ya en la ciudad antigua no pude cruzar los escombros. Las enormes rumas de adobes que habían sido casas momentos antes, algunas paredes inclinadas a punto de caer y pedazos de techo que se suspendían casi en la nada, las enormes vigas de madera que antes servían de sostén, parecían salir como árboles sin ramas de entre las ruinas, me lo impedían. En ese momento agonizaban en la ciudad mártir cerca de 10 mil personas.

Plazuela del Barrio de Belén; a la izquirrda el
antiguo Hospital y su Templo antes de 1970.
Al llegar a la plaza busqué instintivamente las dos torres de la Catedral, no estaban en su sitio, se habían desintegrado. El sol brillaba débilmente a través de una densa nube de polvo, dándole a las ruinas de la ciudad un aspecto sombrío y aterrador. Hacia el norte en un balcón pude ver a dos personas colgadas con medio cuerpo y los brazos en el vacío, eran Miguelito Angulo y su esposa que al lograr arrojarse a la calle murieron aplastados entre el balcón y las vigas. Varios días estuvieron en esa posición hasta que cuadrillas de rescate los sacó.

Volví la mirada hacia el sur y en un cerro de escombros que antes había sido el colegio de Santa Elena, alcancé a distinguir a algunas mujeres que débilmente trataban de escarbar las ruinas del local, donde minutos antes cuatrocientas personas entre niños, padres y madres de familia, monjas y Sacerdotes, celebraban un acontecimiento.

Plazuela y templo destruido del barrio de Belén.
Foto Francisco Gonzáles.
Yo era la única autoridad aparentemente viva; luego me enteraría que el Prefecto Estuardo Angeles Argumedo, había muerto en la prefectura, el Subprefecto se encontraba de comisión por la Provincia de Aija, el jefe de la policía se encontraba en la costa.

Rápidamente formé un equipo de rescate con algunos policías municipales, obligando a algunas personas que trastornadas por la impresión deambulaban cerca. A las mujeres las organizamos con baldes y latas a cargar agua de la pileta; poco después estábamos sacando los primeros muertos y heridos de Santa Elena. A los muertos los pusimos en el jardín de la plaza y a los heridos los concentramos en un lugar frente al Municipio, donde se estableció el primer puesto de socorro. Habíamos abierto en lo alto del túmulo de Santa Elena, un agujero por donde comenzamos a sacar vivos o muertos.

Destrucción total, vista hacia el este del barrio de La Soledad; se ve sólo una torre de su Templo.
Al fondo los nevados Huamashraju y Huantzán. Foto Francisco Gonzáles. 
En algún momento, sacamos a un hombre joven, totalmente cubierto de tierra, y al limpiarlo reconocí en él, al médico Carlos Gonzáles, estaba ileso, le pregunté si podría atender a los heridos, contestó con gran serenidad que estaba dispuesto y de inmediato se puso a trabajar. Poco después yo mismo llevé en brazos a una mujer adulta, joven aún, ya muerta, la puse en el suelo cerca de Carlos, el la  reconoció, era su esposa Catalina, el médico se desplomó sobre ella sollozando desgarradoramente, pero apenas unos momentos, luego se incorporó y siguió atendiendo heridos.

En la Plaza Mayor de Huaraz; el lado derecho corresponde al lugar donde hoy se ubica el
edificio del Ministerio de Cultura. Foto Francisco Gonzáles.

Antiguo Templo de Belén, antes del terremoto
Ese ejemplo de increíble coraje, me acompañó durante toda la etapa brutal de la emergencia en que días y noches estuve en contacto directo con los muertos, cientos de ellos, que a medida que pasaban los días se volvían más fríos y rígidos; aún ahora muchos años después, el coraje de este médico amigo, me alienta en los momentos difíciles, en que se necesita valor.
Sacamos criaturas con sus vestiditos de escena, largas túnicas desgarradas, mejillas pintadas de rosa, algunas con coronas y alitas oropel y en un caso especial, dramático y desgarrador, entregué una niña muerta a su propio padre, un magistrado de la Corte de Justicia, pariente mío, que destrozado por el dolor sollozaba.

Publicación en la Revista del Club Social Huaraz con sede en Lima.
LA PLAZA, EL CENTRO DEL DOLOR

Para entonces a la Plaza de Armas convergían de toda la ciudad cientos de muertos y heridos en brazos de sus parientes y amigos, se establecieron puestos de socorro, y la plaza quedó casi colmada, el agua de la pileta fue el único alivio para el dolor, durante largas horas…

LA PRIMERA NOCHE

Durante la primera espantosa noche, nos alumbramos con los faros de algunos automóviles que cuadrados en la plaza, dimos vuelta hacia el colegio, en algunos casos rompiendo con piedras las lunas de las portezuelas, cerradas con llave.

No se a que hora me quedaría dormido en el jardín de la plaza al lado de los muertos, era ya muy tarde, tal vez las 3 o 4 de la madrugada; y al despertar e incorporarme casi de día y contemplar la terrible desolación de mi pueblo me encontré con una dantesca escena que aún hoy no se me borra de la mente ninguno de sus detalles.

Vista de la ciudad de Huaraz desde la Cordillera Negra (hoy Barrio Los Olivos), cuando estaba en
proceso de limpieza de escombros del Terremoto. En primer plano: la Cárcel y el estadio Rosas Pampa
al fondo se aprecia los restos de su Catedral sin sus torres. Foto del Internet.
Serían las 6:00 de la mañana, aún no salía el sol ni corría el viento del amanecer, una densa nube de polvo flotaba sobre mi cabeza y muy baja, dándole al paisaje una tonalidad oscura, irreal y aterradora. Veinte o más fogatas que la gente prendió en la noche para abrigar a los heridos, se debilitaban en perfectas columnas de humo, que parecían sostener desde el suelo el peso de la nube de polvo. Cientos de muertos y heridos llenaban la plaza de mi ciudad, junto con decenas de personas que se abrigaban cerca de las fogatas y como fantasmas se movían en la penumbra, atendiendo a los heridos. En ese momento vino a mi mente una sencilla pregunta y sin alterarme y con profunda claridad de conciencia me dije ¿Que extraño? “Yo debería de estar en este momento totalmente loco, amarrado a ese árbol dando de alaridos”.

Catedral de Huaraz, sin sus torres, pero su cúpula intacta. Foto Internet 

Cúpula de la Catedral que quedó intacta, pero
fue dinamitada sus bases para derribarla.
Foto Internet
EL OTRO MEDICO HEROE DE LA JORNADA

Los tres días siguientes fueron de febril trabajo en el hospital, los heridos abarrotaron sus instalaciones y estaban tendidos hasta en los pasillos; el Director Dr. Leoncio Suzuki y su esposa la enfermera Mercedes Laredo, sin descansar trabajaban, operando con luz de velas que su gente sacaba de las iglesias. Rápidamente se agotaron las medicinas y me vino una urgente demanda, entonces acompañado de dos guardias nos pusimos a saquear las farmacias, haciendo agujeros entre las ruinas para poder pasar y rompiendo puertas, llenábamos en costales algodón, gasa, desinfectantes y cuanto podíamos hallar en medicinas; escarbábamos las ruinas de las tiendas para sacar leche y algo de alimentos para los niños en especial.

UNA CIUDAD DE MUERTOS

Desde la plaza en improvisadas camillas enviábamos a los heridos al hospital, muchos se morían al moverlos, o llegaban ya cadáveres. Los cientos de muertos se ennegrecían y hedían por el quemante sol, no había forma de sacarlos de la plaza bloqueada, entonces decidimos a trasladarlos al hall del Municipio y los acomodamos primero muy juntos, luego uno sobre otro, y otros más encima, hasta formar una ruma de más de un metro de alto. Hasta meses después el olor a muerto que se impregnó en el piso y paredes del hall del Municipio, era insoportable.

Plaza Mayor de Huaraz con su Catedral sin sus torres; al fondo el nevado Churup. Foto Internet
Entretanto los sobrevivientes vivíamos en covachas de cartones, tablas, calaminas y cuanto material pudimos rescatar. De noche las réplicas nos sacaban de nuestras improvisadas camas despavoridas y de día no teníamos que comer.

Finalmente llegaron los ”sinchis” mediante paracaídas a cuidar el orden, por que se producían saqueos y robos.

Uno de los pocos edificios de ladrillos y cemento
que soportaron el terremoto y que subsiste al 2020
en el actual Jr. 28 de Julio frente al Centro Cultural.
Foto Internet
Luego se apertura la calle Echenique, y por ella en volquetes y casi sin identificación, se cargaron los muertos y los sepultaron en enormes fosas comunes, que aún perduran en el cementerio con sus cruces apiñadas. Mucha gente buscó durante años a sus hijos, pensando que no habían muerto y que pudieran haber sido llevados por los equipos de socorro fuera de la zona del sismo, incluso al extranjero. Tan grande fue el caos.

El único ser querido que me acompañó durante los días de la emergencia fue mi hijo José Lorenzo, quién se salvó de la función del cine Huaraz, tenía entonces catorce años y dio muestras de gran valor, pese a su corta edad. Años después sería también Alcalde de Huaraz.


Lado sur de la Plaza Mayor de Huaraz en 1957. Foto Frederick Martin USA

Soy un Sobreviviente del Terremoto de 1970

Por: Julio César Sotelo Falcón (JCSF)
Relato reciente de Febrero, 2020

"Siempre se nace en un lugar que uno no ha escogido"

Por razones de trabajo vine a Huaraz un 4 de Agosto de 1967; llegué en un Omnibus de la Empresa Huaraz, a las 7 de una mañana soleada con un cielo azul y el fondo de sus montañas nevadas, las que por primera vez veía en este viaje a la sierra del Perú.

Plaza Mayor de Huaraz del año 1957, foto de Frederick Martin (USA).Se ven los nevados Huandoy, Huascarán,
Chopicalqui y Hualcán. Esta foto me recuerda como me impresionó la belleza de los nevados
y sus casas de adobe con yeso y tejas; fue un impacto visual muy fuerte que se grabó
en mi espíritu y determinó mi estadía, con la gracia de Dios, para hoy escribirles
este pequeño relato de mi vivencia durante el Terremoto de 1970. (JCSF)

Después de mi llegada a Huaraz, con uno de los pocos Taxis que había, me dirigí a la quinta cuadra del antiguo Jr Comercio, lugar donde se encontraba la Oficina del SIPA (Servicio de Investigación y Promoción Agraria), dependencia del Ministerio de Agricultura - Zona Agraria IV de Lima. Como Técnico Agropecuario venía a laborar y trabajé en las diversas secciones de esta oficina (Experimentación, Sanidad Vegetal, Fruticultura, Asesoramiento de Empresas Campesinas, Planificación Agraria, etc.).

He tenido la suerte de conocer desde agosto de 1967 el antiguo Huaraz, con sus estrechas calles, su gente culta y amable, de haber gozado en sus fiestas tradicionales, degustado su especial comida que era nueva para mi. Hasta mayo de 1970 fueron 2 años y 10 meses de convivir en este hermoso lugar. No puedo contar muchos pormenores de mi vivencia en el trabajo y mi residencia en Huaraz, porque sería muy largo el tema y me concentraré rápidamente en los pormenores del terremoto al que subsistí por designios del destino.

El autor JCSF en la zona de Carhuashjirca, cerca a Canshan, un 29 de Agosto de 1967 cuando me dirigía
por razones de trabajo, al distrito de Pira. La ciudad de Huaraz detrás mío
con sus torres blancas de su Catedral y al fondo los nevados de la Cordillera Blanca.
En estos 2 años en Huaraz conocí mucha gente del entorno de mi trabajo y nuevas amistades de familias huaracinas; entre ellas a la Sra. Etelvina Leo Olivera y sus tres hijos siendo acogido con mucho cariño. Ella trabajaba en las oficinas del Correo y Telecomunicaciones y con ellos forjé fuertes lazos de relación familiar futura. Fueron 9 años de amores con su hija Irene Montoro Leo con quien me casé en Junio de 1976.

JCSF Por la zona de Atipayán subiendo a Punta Callán
un 29 de Agosto de 1967.
Recuerdo esto porque el día Domingo 31 de Mayo de 1970, yo había estado de visita en su casa y después de almorzar escuchamos en Radio el partido de fútbol entre México y Rusia, luego estuvimos conversando con Irene en su salita cuando sentimos un ruido y movimiento lento de la tierra que nos indicaba el inicio del terremoto, esto cada vez era más fuerte y su hermana que estaba en el "saguán" de la calle nos llamó muy asustada al igual que su mamá. Salimos corriendo todos y con la puerta abierta nos pusimos debajo del umbral. Eramos en total 8 personas que estuvimos juntas viviendo todos los segundos que duró el sismo.


JCSF en el Jr. Andrea Bellido donde me salvé.
Al lado derecho la casa del Sr Cornelio Aguirre
de Chacas. 
Particularmente yo, consciente de lo que estaba pasando, miraba a todos lados del Jirón Andrea Bellido N° 124, como cada vez era mas fuerte el movimiento de la tierra y las tejas de los techos con el yeso de las paredes empezaban a caerse; todo se estremecía con fuertes movimientos hacia todo lado y un sonido aterrador.

La señora Etelvina y sus dos hijas: Irene y Socorro rezaban con mucho fervor al igual que las demás personas; yo en mi interior pedía al Señor de Luren de Ica que me ampare y me cuide, cuando en esos instantes de meditación y miedo, la pared de la casa de enfrente a nosotros se desplomó produciendo un fuerte ruido y polvo fuerte de los adobes. Todo quedó por unos segundos silencio, ya no sentía rezar a nadie y yo sacaba mi pañuelo para taparme la nariz porque el polvo era asfixiante.

En estos segundos aterradores y en el silencio que sentía me acordé de mi mamá y mis hermanos que estaban en Lima, no me movía, pero estaba consciente y meditando rápidamente lo que había pasado hasta volver a la realidad.


Desfile en la antigua Plaza de Armas por Fiestas Patrias. Alumnas del INIF N° 11
Instituto Nacional Industrial Femenino. La brigadier del lado derecho es Irene Montoro Leo.

Irene Montoro Leo, Brigadier General del INIF N° 11 de Huaraz,
pasando frente a la Catedral.
Fueron segundos en que pensaba estar enterrado o estar muerto, vino a mi memoria rápidamente, pasajes de mi vida en Ica y Huaraz. hasta que comenzó a disiparse el polvo y volví a ver el cielo con las personas a mi alrededor caídas o enterradas. Yo tenía la tierra y pedazos de adobe hasta mis rodillas, rápidamente saqué mis piernas y se quedaron mis zapatos al fondo...estaba vivo. Empecé ayudando a una persona que pedía auxilio junto a mí que tenía algunos adobes encima y con Jaime Mejía Macedo (primo de Irene) sacamos unos escombros para que saliera la señorita que pedía auxilio, quien luego se fue corriendo despavorida de miedo.

Socorro "coco", nos pedía que auxiliáramos a su hermana Irene que se encontraba enterrada y abrazada a las piernas de su mamá; rápidamente con la ayuda de Jaime sacamos varios adobes de encima, Irene salió golpeada en la frente y sofocada por el polvo; luego ayudamos a la señora Etelvina que a pesar del susto estaba lúcida pero echada, con una de sus piernas trabada con una madera que no la dejaba pararse. Luego de mucho esfuerzo escarbando con dedos y uñas logramos que se parara y pasara al frente de la pared caída donde había un patio que pertenecía al antiguo Colegio Santa Teresa. Todos nos ayudamos con un poco de agua que felizmente salía del caño del patio de la casa destruida (narro todo ésto muy rápidamente).

Desde la Plaza de Armas se ve la Catedral sin sus torres y al fondo el antiguo Jr. Comercio,
por donde diariamente transitaba a las oficinas del SIPA en la 5ta. cuadra. Foto Internet.
Luego vino un joven que muy desesperado y en voz alta nos pedía que lo ayudáramos a sacar a su hermana que estuvo a nuestro lado en el grupo; era la señora Blanca Aguirre; sacando algunos adobes me di cuenta que ella estaba muerta boca abajo y con la viga de Eucalipto muy gruesa de la puerta sobre su cabeza; la sacamos con ayuda de varias personas y entre sollozos de dolor de sus familiares se la llevaron; recuerdo que un señor de edad a quien conocían como Don "Pulli" (dueño del bazar "Rayito de Luna" cerca al mercado) nos ayudó con su barreta. Después este señor rompió en un llanto desgarrador diciéndole a la señora Etelvina Leo, que porque había pasado todo esto y se recordaba del aluvión de Huaraz de Diciembre de 1941.

Desastre total de viviendas por el Barrio La Soledad.
Foto Francisco Gonzáles.
Otra señora del grupo de nosotros, estaba enterrada hasta cerca de su cuello, pero viva (era la señora Genoveba que trabajaba en el mercado), quien nos pedía ayuda, empezamos a escarbar varias personas, sacamos varios pedazos de adobe y tierra molida de su alrededor, estábamos ya a la altura de su cintura; cuando en esos momentos -habrían pasado unos 20 minutos del terremoto- y empezó la primera réplica muy fuerte del sismo; es en ese momento que preso del terror que ya hacía mella en mi sentir corrí, al igual que otros, hacia el patio del frente donde muy asustadas estaban la señora Etelvina Leo y sus dos hijas; nos abrazamos todos y presos del terror rezábamos...vi en esos instantes como se caían algunas paredes de las casas aledañas y el piso de donde estábamos rajado por muchos lados, la gente corría muy asustada hacia este patio, algunos rápidamente sacando a sus familiares heridos y otros con sus hijos en brazos; vi una escena de un padre desesperado que le daba respiración de boca a su menor hijo y después de un buen rato logro revivirlo; la paradoja de este echo, es que después nos enteramos a los 3 días que el niño había fallecido seguramente por los golpes interiores.

Plazuela de Belén, vista de sur a norte. Foto Internet
Afiche alegórico sobre el Terremoto.
Foto del Internet
Luego de la réplica del sismo se apareció su prima de la señora Etelvina; era Nely Leo Olivera quien venía en su auxilio, lloraron mucho entre abrazos con todos los sobrevivientes familiares y nos invitó a su casa ubicada en el jirón Pallasca del Barrio Centenario que no había sufrido mayores percances donde podríamos descansar. Aprovechamos para llevar algunas ropas que se veían en la casa destruida y envueltas en una sábana blanca yo empecé a cargarlas pasando por entre los escombros para salir por el jirón Gamarra hacia la esquina de Raymondi con Fitzcarrald. Mientras iba saliendo por esas dos cuadras desde Andrea Bellido hacia el Restaurant "Tábaris", me parecía que la tierra se movía y por varios momentos me sentaba entre los escombros, ya con mucho miedo por que recién empezaba a meditar sobre lo vivido. Cuando estuve caminando sin zapatos y cargando las ropas por la Avenida Fitzcarrald acompañado a mi lado por Irene, quien era mi enamorada, me senté muy rápidamente en el jardín central de esta calle, y preso de una crisis retenida me puse a llorar muy fuerte. Recién me salía todas las emociones retenidas durante todo este proceso telúrico, lloraba desconsoladamente y la señora Etelvina y los acompañantes me consolaban amorosamente, acercándose algunas personas para indagar sobre mi estado. Luego de unos minutos ya más calmado me paré y continuamos en camino a la casa de la Tía Nely Leo quien nos acogió a todos, yo sobretodo que no tenía adonde ir y sin familiares directos en Huaraz...mil gracias a todos y a Dios por haberme salvado...por algo sería.

Mensaje  en verso a Huaraz, de mi hijo José Luís Sotelo Montoro - "Puma de los Andes".
Foto Francisco Gonzáles.
Irene Montoro Leo con JCSF, año 1968
en el antiguo Hotel de Turistas de Huaraz. 
Habría mucho que relatar sobre los sucesos después del Terremoto, pero ocuparía muchas más páginas que escribir; sin embargo, pasado el tiempo pude analizar sobre dos sueños premonitorios que tuve una semana antes del sismo y que se lo conté a Irene. El primero sucintamente les relato que:"soñé que caminaba junto a Irene tomado de la mano, por un campo muy grande y verde pero lleno de cientos de cruces blancas y buscábamos por donde salir; en este caminar por el campo no veíamos gente, hasta que luego de tanto caminar encontramos una puerta grande de madera y salimos". En el segundo: "soñé lo mismo pero con el agregado de que al final saliendo por la puerta, yo me veía asistiendo a una misa en la Catedral de Huaraz a las 11 de la mañana, que era una a la que siempre asistía sólo, por mi costumbre adquirida en Ica cuando también frecuentaba a esa hora ir al Templo de San Francisco de esa ciudad. Veía muy poca gente en esta misa y el sacerdote celebrante en el altar estaba de espalda a nosotros. Al terminar se volteó y vino por el centro bendiciendo a los asistentes (como lo hacen los Obispos); yo estaba arrodillado esperando y sobre los reclinatorios me percaté que tenían unas sábanas doradas, hasta que llegando cerca a mí me bendijo y fue mi sorpresa en mi sueño que el que había hecho la misa era Jesucristo como lo vemos en los cuadros del Corazón de Jesús; lo vi salir por la puerta grande hacia la plaza, luego se disipó el sueño". El caso es que el día 31 de Mayo de 1970 fue domingo y día del Corpus Cristi, donde sale la procesión de la hostia por toda la Plaza de Armas presidida por el Obispo y autoridades; yo estuve presente ese día en este acto religioso y pude notar la ausencia de mucha gente a diferencia de otros años. Todo esto se lo conté a Irene y a su mamá, pensando que significarían estos sueños. Hoy puedo decir que auxilié a Irene el día del terremoto y me salvé junto a ella al igual que su mamá y hermanos; por algo el destino y el Espíritu Divino quiso que siguiera viviendo.

Antigua Plaza de Armas y Catedral de Huaraz, un bello y bucólico lugar donde el destino quiso
que sobreviviera al fatídico Terremoto del 31 de Mayo de 1970. Foto del Internet.

JCSF en Hualcayán, después de
8 días de caminata al nevado Alpamayo. 
Este próximo 31 de Mayo del 2020, se cumplirán 50 años de este fatídico acontecimiento de la historia peruana. Trabajé 15 años en la administración pública (13 en el Ministerio de Agricultura y 2 en la Dirección Regional de Turismo), después renuncié para dedicarme a otra labor personal como Promotor y Publicista en Turismo con mi empresa familiar: Fotocromía JULIO CESAR, con la cual desde 1982 vengo realizando una constante labor de difusión turística de la Región Ancash, esta creo fue la razón de mi supervivencia al sismo y con la cual me siento a gusto.

En estos 53 años de residencia en Huaraz, conozco y he caminado por todo el departamento fotografiando todo tipo de hechos folklóricos, paisajes, escaladas en algunos nevados, me precio de guardar un valioso archivo fotográfico del cual he podido publicar muchas postales, afiches, audiovisuales turísticos, viajando a muchos lugares del país promocionando la región.

Nueva ciudad de Huaraz vista desde la Cordillera Negra. Destacan los nevados: Vallunaraju,
Ranrapalca, Rima Rima y Churup; abajo el nuevo Estadio Rosas Pampa. Foto JCSF.

JCSF autor del artículo, una foto
del año 1971.
Parte de un poema de Machado dice: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar"...escuché al Papa Francisco decir: "Quien no vive para servir, no sirve para vivir...En la vida hay que caminar dejando huella. El que camina sin dejar huellas, no sirve para nada". Espero estar dejando huella para que la sigan los futuros habitantes de Ancash. Espero sirva de algo estos relatos publicados y queden como parte de la Historia del Terremoto del 31 de Mayo de 1970.

Terminando este trabajo, quiero expresar un sentimiento especial a manera de dedicatoria, agradeciendo a mis padres  César Augusto Sotelo Anicama (Ica) y Delia Falcón Flores (de Yungay, aún viva) que me dieron la vida en este mundo.

A mi esposa, Irene Monto Leo, compañera que Dios me dio en esta vida, a mi hijo César Domingo que mora en las esferas celestes de la espiritualidad divina desde el año 2010, y a mi hijo José Luís, el "Puma de los Andes" impulsor de la cultura huaracina y ancashina.

A las nuevas generaciones que nacieron después del terremoto y a los mayores jóvenes de espíritu, deseosos siempre de auscultar la verdad; valor moral, que les sirva de horizonte, en el corto trajinar por este mundo.

Años atrás escribí este mensaje para motivar a los que vivimos en la sierra:

"Vivir en los Andes, es uno de los mayores retos de la Naturaleza. Los hombres que allí moran, tienen la fuerza telúrica para hacer la historia y el progreso de sus pueblos"

...gracias por leer y compartir.

Julio César Sotelo Falcón - Marzo, 29 del 2020.


Comentarios

  1. Han pasado cincuenta años y el dolor no redime, a los huaracinos, testigos de esos aciagos sucesos, nos ocurre lo que a nuestros progenitores, que conmemoraban cada 13 de Diciembre, el aluvión de 1941. No lograron que dejemos de verlo como un evento lejano y hasta ajeno, al cual solo nos conectaban emotivamente, sus tristes evocaciones. El terremoto, nos dio con todo en el cogote y junto a los músculos cardiacos, remeció nuestras neuronas, marcándonos el sentimiento y la memoria de la tragedia, de manera indeleble. Es como un aplicativo que no tiene la opción, el modo de eliminarlos de nuestra historia y cotidianeidad. Estamos sellados con el lacre del sismo, somos la generación del sismo. Hoy, con los avances en tecnología y el conocimiento de estos periódicos hechos, tenemos la inexcusable tarea de tratar de instalar, en las generaciones contiguas, cultura, usos y costumbres, que corten por fín, el círculo fatal de fenómenos naturales transformados en catástrofes, por nuestros propios irracionales y poco pragmáticos actos.
    Creo que ese es uno de los méritos, quizás el esencial, que persiguen los testimonios, que tan bien escritos, entretenidos y ricos, nos ofrecen tanto el Dr. Mateo Casaverde Ríos, cunato el Ingº Gerard Platzelt, el Profesor José Sotelo Mejía y el Promotor y Publicista en Turismo Julio César Sotelo Falcón. Una antología, selecta, nutritiva y útil, digna merecedora de la más calurosa felicitación.

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